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Editorial

 

Prometeo




Con la ayuda de Bía y Cratos (Poder y Violencia), Hefestos lo encadenó al Cáucaso por orden de Zeus.
Ante la afrenta y la tortura fue digno, sin olvidar sus propósitos.
Prometeo nunca lloró en público, como otros.
No se olvidó de la roca, ni de los humanos como lo narró Kafka, muerto y convertido en roca como un ícono cultural.
Nunca trabajó en un circo, como lo sugirió, torpe, Gide.
No estuvo atado a un bar, ni el águila, aunque picoteaba cada día su hígado, era el vino.
No derramó sangre buscando justicia.
No robó el fuego, porque éste pertenece a todos.
Tomó el fuego del carro del sol y lo distribuyó a los efímeros, en un tiempo oscuro y un mundo indigente. Tuvo émulos en todas las culturas.
Encerró la llama en una planta sagrada para la descendencia humana.
En la poesía también mezcló el fuego inmortal, la luz espiritual que fractura la tiniebla que dura.
La guerra y la tiniebla se cansan, como los metales. Prometeo denunció a la muerte como instrumento de Zeus.
No sacrificó su alma a la ambición. Sacrificó su vida por los pueblos, como los héroes espirituales y culturales.
Esperó diez generaciones a que el tiempo hiciera su trabajo arruinando las cadenas.
Su liberación cubrió de gloria a un hijo de dios, Heracles, que derribó al águila, símbolo de la arrogancia del poder, con una flecha.
Prometeo, el previsor, advirtió que los humanos un día se cansarían de un falso dios, que un día no devorará más a sus hijos.
Supo que ni siquiera Zeus conocería su propio destino y que una rebelión lo precipitaría desde el Olimpo al abismo.
Dios de la adivinación, Prometeo guardó silencio y ocultó el secreto que aprendió de las encinas que hablan desde siempre en Dodona.
No cargó la roca eternamente como Sísifo.
No asoció la sabiduría a la inmovilidad del peñasco en el Cáucaso, donde encalló el arca.
No se dejó tentar por la insurrección temprana. No se rindió ni se entregó a su enemigo.
Más bien evitó permanecer en la cruz durante siglos, decidiendo levantarse también, dado por muerto, resurrecto.
Su lucha es victoriosa porque el fuego sagrado es irreductible.
También le debemos, además de la rebelión espiritual, el lenguaje, las matemáticas, la astronomía, la medicina y el conocimiento
de las plantas curativas, la metalurgia, la medida del tiempo, la navegación, la adivinación, y la esperanza de un sueño materializado a la medida de los humanos.
Fue celebrado por Esquilo, Rubens, Shelley, Orf, Liszt, Beethoven, Marx y, no hace mucho tiempo, por Luigi Nono.
En su memoria hicimos esta publicación, que hoy cumple 30 años y 90 ediciones, dedicada a construir una cabeza de playa de la poesía mundial en Colombia y América Latina, y una avanzada del espíritu sobre la sociedad humana, pese a la hostilidad de los tiranos y de los demonios.
Puesto que como lo escribió Haroldo de Campos, la poesía es fuego, fuego, fuego. Arde Atenas.
¡La poesía es fuego!

Publicado en noviembre de 2012

Última actualización: 28/06/2018