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Fernando Henao Del Río

 


Nació en Medellín en 1983. Obtuvo el primer lugar en el Primer Premio Nacional para Poetas Jóvenes Isaías Gamboa 2004, realizado en Cali por la Fundación Verso a Verso. Publicó sus poemas en la revista poética Azahar, Ayuntamiento de Conil de la Frontera, Cádiz-España, 2007. Poemas y escritos suyos han sido publicados en Cuadernos de Semillero 2, y la revista Escritos N° 38, de la Universidad Pontificia Bolivariana, 2009. Incluido en la antología “Érase una vez un cuento para tu ciudad en 100 palabras”, del Metro de Medellín.


Días como pétalos


Como contados y preciosos días
de un oro irrecuperable
que el tiempo le arrebatara,
la rosa muere al final
de su último pétalo.
Dejando su perfume
como memoria en el aire.



De los lugares propios


Esta es mi casa, largamente vivida,
estática en el sopor de las tardes,
entregada por completo al letargo del calor
como un lagarto bajo el sol.
El tiempo tumbado sobre los muebles,
los cuadros con la esencia inmemorial de su madera
colgados del recuerdo;
el corredor y su memoria antiquísima,
las lámparas que penden del techo
como pájaros trasegados al borde de la noche.
De pronto, me enfrento al espejo y ahí estoy,
pero no soy el que buscaba.
Sigo caminando penumbra adentro y
las cucarachas me abren paso
como si se lo abrieran a la más grande de ellas.
Las sillas del comedor listas para la soledad,
los cubiertos abandonados a la deriva de los platos.
Un aguacero insiste golpeando en el tejado
por el que, inexorablemente, anocheciendo vienen
los oscuros maullidos de los trasnochados gatos
y en la esencia de las pequeñas cosas
habita un secreto que no sé aún
si es sueño o memoria.
Algo gira inquieto en la cocina
e irrumpe en las habitaciones, pero no soy yo;
ni mucho menos aquel que en el espejo buscaba.
Sigo solo como el mantel en la mesa,
como la triste e infatigable mecedora
que mece y mece a nadie
y meciendo a nadie insiste en envejecer.
(Ahora pueden ver cómo las casas viejas
no las hacen los arquitectos sino el tiempo)
Entonces, de pronto,
las baldosas tosen y las paredes murmuran
y es un alivio sentirse acompañado.

En el filo de un cuchillo


La muerte habita en el filo de un cuchillo,
en su hoja acerada
un argentado brillo ilumina la oscura lucidez
de aquel que duda.
El brillo y la hoja desaparecen:
Ahora la muerte habita
en las oscuras entrañas de un hombre.


Apostados en las ventanas


Con la respiración agitada,
los ojos pávidos
y el corazón en la boca, azorado,
nos apostamos en las ventanas de la casa
-atraídos por un barullo imperceptiblea
ver la vida que pasaba.

Oscurecidos por lo que ya todos sabíamos
uno de nosotros sentenció
que el amor y la muerte
eran las únicas cosas que no había que salir a buscar
porque llegaban solas.

Ojalá en ese orden,
atinó a decir alguien
con un muñón de esperanza
que no supimos nunca de dónde salvó,
mientras cerraba las ventanas
después de un silencio que llenó la estancia
y al tiempo que el horror nos trepaba por las piernas.

Publicado en noviembre de 2012

Última actualización: 28/06/2018