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Oscar Andrés Piedrahita

 



Nació en Medellín en 1993. Estudiante de Filosofía de la Universidad de Antioquia. Hizo parte del taller literario “El aprendiz de brujo” de la fundación Arte & Ciencia, del taller de poesía de la revista Prometeo y del taller de escritores organizado por La Escuelita Viajera y aparece en el libro “Taller de Escritores Convocatoria Literaria de Medellín Versión 4-2009”, publicado por la misma organización.



Astromanía


Por amor de la objetividad
jugaríamos con las cartas
sobre la mesa;
sin aplausómetros
de referencias laborales,
ni contrastes imprecisos
entre vidas impresas;
nada más poseer números:
El día de su santo, señor
y la hora de su primera nalgada.
Parece que las líneas innombrables
le tienen asido de las piernas,
¿ve ese punto que titila?
en este momento usted está cayendo en línea recta.
El siguiente por favor.

No más pecar de superficial
midiendo con metros chuecos
piernas relativamente tonificadas;
ni comparar abstractamente
el lunar de él
con alguna mancha vista en el cine.

Cuán extensa sea su entrepierna
vendrá en los planetas que la rigen
en las casas estelares que se hospeda:
Y usted, amigo, nació un día aciago.

¿Sabía que los lunares son imperfecciones de la piel?


A la neurona


¿Adónde van?

Intenten resucitar
o ser inmunes.
¿No me digan que se van a quedar
contaminando a las que no les ha llegado su hora?
No las perjudiquen,
faltan muchas botellas por beber
y los suficientes cigarrillos por fumar.

Ustedes sólo sirven a científicos,
desdichados intelectuales
y aspirantes a una beca en la universidad.
Con ustedes,
pretenden resolver las oscuras cuestiones del Hombre.
Sólo sirven a ellos.
A mí me sirven para desperdiciarlas y asesinarlas
con cada sorbo de vino
que mando a mi boca.
Aunque su tarea más significativa
es ponerme a escribir.
¡Váyanse!, no las necesito sino para sentirme mal,
pero no lo van a volver a lograr

Me importa un bledo
las millones de ustedes
que me haya dado Dios.


Otro amor


Ninguno se enteró del día de las flores artificiales
de los chocolates desabridos
de las cartas sin posdatas.
No se podría incluso entrever
el minuto postrero de los adjetivos pegajosos
de las fotografías calcinadas
o de los hastíos bordeando las patas de la cama.

El amor en la tierra de los parias.

Mas no tenemos preludios
para escaldar las anguilas,
donar ambos cuerpos
al deseo que se improvisa:
nos asimos de los brazos
y nos descuartizamos las prendas
sin animosidad sobre la marcha,
sin analgésicos cuando la ropa
           -sonrojándose
regresa a su lugar.

El amor arrancándose los rótulos.

En el espejo los sentimientos mutan,
el insomnio se sosiega
los reproches son salutaciones.

Como siameses incestuosos,
así somos.

Publicado en noviembre de 2012

Última actualización: 28/06/2018