Javier Alvarado, Panamá
PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 91-92. Junio de 2012.
Javier Alvarado
Ajustando el pago en la pensión de Góngora
Ya se habrán inflamado en la pensión
Las antorchas del lenguaje,
Los papeles se apilarían como carbones encendidos
Donde las acusaciones
Delimitarían los fuegos y la imagen, el vapor que dejan las despedidas,
Los sarmientos que evaden la zancada eterna de la tregua,
La lluvia que se dispersa
Entre las espigas y la torre, como si llorásemos derrotados
Bajo las ingles del muro, cuando se vaporiza un espejo
Y la ancianidad consuma en harapos
La mano de otra ausencia,
Los brocados que se suceden
Al arpa
Ante la evocación y las semillas.
El barroco
Nos sucederá temblando.
Las Soledades serían como un discurso del gavilán en el invierno,
Una espada que entre en el Duero
O una alucinación de Dios
En la botija.
Se iría temprano a acostar
Con la pobreza desnudada hasta los codos,
Con esos letreros de muerte
Que bailan sobre el aire
La pensión de Góngora será como la madera
Recién cortada,
Allí no entrarán las cenizas
Que aunque grandes no tendrán sentido
De ese el otro Quevedo
Que ante la muerte levantará su copa
Para compartir el puesto ante la mesa.
Y así atendiendo a la fuerza innovadora
Del amor y la costumbre, de esos panes
Que se adhieren al frescor y a la garganta.
Honradamente pertenecemos al silencio.
Meditaciones en un bosque de Escocia
Seguiste las instrucciones para leer a los árboles
Ernesto Carrión
Abro estas rocas para estar despierto
Para imaginar que he colocado sobre este suelo cada uno de sus árboles.
Hay dioses blancos y hay dioses más oscuros
Algo que el chubasco me ha permitido ver
Algo que no sucede y que sin embargo ocurre en mi conciencia
Suelo derramarme sobre este campo como el pequeño arroyo
Que en vez de morir se va a alimentar la charca afiligranada de los patos,
Me subo a los troncos y las ramas levemente se resquebrajan
Abro la fábula del cuervo y Edgar Allan Poe va sucediendo
Sobre los bucles de Minerva.
Hay un esturión castrado
Y un ánfora de sol que destella copos de nieve;
Ese mundo irregular donde se abre el poema
Y la sombra se hace corpus,
Vino de la realidad para el deleite de otras desapariciones
Un muchacho juega desde su puerto y empieza desde siempre
A escupir las tempestades, otra chica más arriba
Es la que esparce el viento por la tierra
Ambos combinan el aguaviento que azota estos lugares.
En este verano que parece invierno solía jugar con mi caballo
Ornamentar mi silla de montar con los cascabeles de mi patria
Perder el equilibrio en los telares acuosos de la nieve
El vino que se derrama y va aletargando las alquerías
Las sastrerías del agua que susurran sus verdades a los troncos
A los hábitos de los ascetas y de quienes viven en el monte
Vegetando entre las oscuras estepas que huelen a pino recién cortado
Imaginándome que puedo permanecer como un hilo de estrella
Donde va colgando el pergamino de la araña
Esa sacudida de los peces y de los mares que se van abriendo
Hacia la conquista de ese otro mundo, donde no hay palabras
Y poseemos malos hábitos, eso de amar con un lirio resplandeciente
Con un guijarro empalmado que se abre hasta dominar el cristal
de la semilla
Asistir a los oficios nocturnales y seguir al Buen Pastor en su domingo
Por la siesta de los cereales y el pan
En cada paso del corcel que se retira
Entre calles asfaltadas por las corolas de las flores.
Termino por creer que hay una estatua rota
O un arenque saliendo de la endurecida lengua.
Hay fitoplánctones y pirañas en nuestro estómago
Lunas quebradizas que cuelgan de las orejas
Y una luz color de ámbar que destilan los cestos olvidados de manzanas.
Javier Alvarado Nació en Santiago de Veraguas en 1982.
Licenciado en Lengua y Literatura
Españolas por la Universidad de
Panamá. Obtuvo el Premio Nacional
de Poesía Joven de Panamá Gustavo Batista
Cedeño en los años 2000, 2004 y
2007, el Premio de Poesía Pablo Neruda
en 2004 y el Premio de Poesía Stella
Sierra en 2007. Primer Premio de los X
Juegos Florales Belice y Panamá, León
Nicaragua con Ojos Parlantes para
estaciones de ceguera. Premio
Centroamericano de Literatura
Rogelio Sinán 2011 en poesía con el
libro Balada sin ovejas para un
pastor de huesos. Premio Internacional de Poesía Rubén
Darío por su libro El mar que me habita. Obra Publicada: Tiempos de
Vida y Muerte, 2001; Caminos Errabundos y otras Ciudades, 2002;
Poemas para caminar bajo un paraguas, 2003; Aquí, todo tu cuerpo
escrito, 2005; Por ti no pasa nunca el Tiempo (y otros poemas al espejo),
2005; No me cubre de edad la Primavera, 2008; Soy mi desconocido,
2008.
“Ser y seguir siendo siempre la voz ante todos los sucesos individuales
y colectivos de la humanidad: la poesía la escriben algunos y todos, que
son parte de la misma masa, del mismo átomo, del mismo o distinto
gen, del mismo génesis o apocalipsis, apoyándose en las alas de todos
los calendarios: escribiremos con ella las utopías que se alcanzan, las
inalcanzables y las que no seremos testigos de palparlas. Me uno a
Gonzalo Rojas cuando dice: Dormiremos progenitores en el polvo con
nuestras madres que nos hicieron mortales, desde allí celebraremos el
proyecto de durar, parar el sol, ser ¿cómo los divinos? de repente?”