Luis Eduardo Rendón, Colombia
PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 91-92. Junio de 2012.
Luis Eduardo Rendón
Rebeldía de la savia
Plomo
el más anciano
entraste al joven Beethoven
a través de peces contaminados del Danubio
lo ensordeciste
y lentamente
murió
pues gradualmente devoras
para no ser destronado
plomo nunca melódico
somos con Ludwig
repudio contra ti
resistencia de sangre musical
contra el metálico absolutismo
Sigilo de las grandes ostras
La belleza que les crece producirá su muerte
como la fatalidad que desolla al tigre
ninguna perla las acusa de encerrarlas
ninguna vecina les envidia la gema
en las manos puras
en el óvalo de una lágrima
en la inmensa cuna del mar
las perlas perdidas brotarán
de las profundidades del sueño
Hojarasca razón
Raíces del caos
prenden de los sueños
jardines de los muertos
ramas del pensamiento
arden en la noche
del fin de los números
frutos del héroe
se pudren
a gran velocidad
las flores del amor
en olvidos irrompibles
Vamos
¡A un baile de pingüinos!
¡hacia jirafas de vino
pintadas lingualmente en las bailarinas!
¡a olvidar el armario!
no hay llaves para la brisa
cajones para la niebla
espejos para cabellera de cometa
ni vestidura para cinturón de asteroides!
¡a saltar sobre cuerdas de chelo a otros cielos!
¡hacia la carne cristalina de la pitahaya!
¡hacia el ojo de cuarzo de la luna!
¡hacia la carroza con relojes de sandía!
Luis Eduardo Rendón Nació en San Roque en 1972.
Libros de poemas: Arpa a
merced de las manos invisibles,
1996; La velocidad de
las piedras es azul, 1997;
Universal Gong Night, 1997;
Tras la loba espectral, 1998;
La Plaza Mercurio, 2000;
Libro de presagios, 2011.
Pertenece a la organización
del Festival Internacional
de Poesía de Medellín y al Consejo Editorial de la Revista Prometeo.
Reflexiona: “El mundo es un gigantesco árbol eterno, y la poesía la
savia, el alimento que lo sostiene.
Infinitamente diversa e inagotable es esta savia: una sola gota puede
nutrir a generaciones enteras. Por mágica interconexión intrínseca
e intemporal entre los seres vivientes, el comportamiento de una
especie, dondequiera que fuere, puede modificar de forma invisible
otros comportamientos de esa misma especie, y quizá a otras formas de
vida, a gran escala. Lo que alguien cantó hace 5.000 años, puede aún
escucharse, elevar la moral, alimentar un oído, una mirada, una boca
que lo transmite de otra forma; consigue todavía erizar una piel, suscitar
una caricia, acompañar un enamoramiento. Imagen de la unicidad del
universo, el sistema circulatorio semeja lo fluvial. Somos un mismo
bosque inundado por sentimientos, comunicadas entre sí las ramas del
pensamiento. La poesía devela nuestra conexión con la totalidad a la
que anhelamos enchufarnos, de neurona a nebulosa. La sensibilidad,
como una red entrelaza los seres, despliega la compasión y las estrellas
son poros de un gran cuerpo, el nuestro...”