English
< Regresar

Tarek Eltayeb

-1959-

Nació en Egipto en 1959, de padres sudaneses. Poeta, novelista, cuentista, dramaturgo y profesor universitario. Publicó los libros de poesía: Una maleta llena de palomas y zureo; Depuraciones (El terror del ojo blanco), (sensación); El mercado de Dios; Algunas dudas; El polvo de la sombra; Vendimos la tierra y nos alegramos del polvo; No es pecado; Estaciones de la autobiografía; El vuelo 797 hacia Viena; Los días de Viena; y Paseando desnudo.

Sus libros han sido publicados en alemán, inglés, italiano, francés, español, macedonio, rumano y serbio. Ha participado en festivales internacionales en 28 países del mundo, y ha recibido, entre otros, el Premio Elías Canetti, el Gran Premio de Viena y el Gran Premio de Poesía de Rumania. Vive en Viena desde 1984.

Estudió Ciencias Sociales y Económicas en la Universidad de Economía y Administración de Empresas de Viena, y actualmente es profesor en el Centro de Gestión Internacional / Universidad de Ciencias Aplicadas de Krems, Austria.

Esta es una muestra de sus poemas:

El toro

El toro no sucumbe
por estar en época de ofrendas,
no sucumbe
por el filo de la cuchilla en el templo
ni ante las garrochas de la Plaza,
ni ante el inminente resplandor de las espadas,
ni ante la impiedad,
ni ante la fiesta o el ruido,
ni ante el gemido del recién carneado,
ni ante el eclipse lunar de la última noche,
ni siquiera ante los sanguinarios perros,
ni ante …
ni ante …

El toro sucumbe
por olvidar
que los dioses, al decaer su veneración, al final
son carneados
para
comérselos. 

La sombra del otro

Los dos van juntos, uno al lado del otro.
Cada uno ve la sombra del otro,
sin embargo, no la propia. 

Ella dice
que en su sombra ve
un tanque y fuego,
una enorme montaña de metal,
y que escucha
estallar disparos,
un niño que llora. 

Él dice
que en su sombra ve
rosas rojas y granadinas,
una luna intentando librarse
del manto gris de nubes,
que huele el aroma de limones
y oye el repiqueteo de la lluvia. 

Y, por no pisar la sombra del otro,
se distancian.

El portal de la ciudad


Centenario, inmóvil,
torcido y medio abierto,
hondo en la tierra,
sobre él, dibujos,
letras corroídas,
rajaduras y raspones,
polvo sobre él
y colores macilentos,
impregnados en la madera.
 
Allí, me detuve,
sobrepasé su umbral
y volví a salir,
delante, fui de un lado al otro
y leí sus inscripciones,
comprendí sus dibujos,
acaricié sus rajaduras,
me quedé un tiempo
como un peregrino anciano. 

Apareció una señora vieja
que dijo: – ¡Ven!
Y me alegré de ingresar en la ciudad.
A lo lejos, en un patio, vi camellos,
luego una casa, un muro
de hojas de palmera y barro.
Ingresé en un tiempo remoto,
me sumergí en él
y quedé cautivado. 

El tono estridente de una bocina,
los coches, el gentío
y el barrullo,
el sonido metálico,
las caravanas del tráfico,
machacando con agresión,
el tintineo de los cafés,
la radio chillona,
una voz
que dejaba caer la desgracia gota por gota
me asustó; 

lejos, alguien rezaba solo,
cerca, uno llamaba al vacío,
y todo el derredor temblaba de ruido. 

En medio del tumulto,
me despertaron los ojos de un niño
que llevaba a un anciano
huraño detrás suyo.
Reía y se adelantaba contento
a la sombra
que se arrastraba como un anciano.
Alcanzó el viejo portal,
lo observó y se sorprendió
ante los dibujos, los raspones,
las rajaduras y las letras. 

El niño se paró delante del portal.
Se apoyó en él
y el portal se inclinó.
Yo estaba muy lejos,
ensimismado,
y me seguía arrastrando
como un peregrino anciano
y también me incliné.

El verso perdido

0

.. .. .. .. .. ..
Y nací aquí
al lado de un arenal, de palmeras y moreras
Cerca de pastores y olores a oveja
junta al lodo, y a árboles de guayaba y hiedra
en la frontera con el primer asfalto que se extiende hacia nuestra casa

Los narradores me dijeron:
En esta arena
transitó un alma grande
que cubrió el lugar con una tienda de misericordia
y abrió en su techo una energía que acepta la indulgencia

Solíamos visitar su lugar cercano en busca de bendiciones
en su higuera longeva y su pozo de agua fresca
en medio de una multitud de suplicantes mujeres y hombres
con una mezcla de voces roncas, soñolientas y suaves
dentro de una apretujada muchedumbre por el amor
y hacia una provisión de indulgencia

Traducción del autor

1

.. .. .. .. .. ..
Y me apoyo en la naturaleza del barro
que nace en su hora precisa
Hace unos momentos compartí la vida y la muerte con mi madre
Ella casi muere igual que yo
Ella volvió a la vida, así que yo también he vuelto
Me tapó los oídos para que no escuchara los ladridos de los perros del alba
Temía que me contaminase de pánico
Tuvo un presagio con el canto del gallo de los vecinos
y dijo, sabiendo que yo escuchaba:
"¡La llamada del gallo es buena precursora!"

Mi tía dice
que mi madre pronunció la iniciación en nombre de Dios,
               la búsqueda de refugio en Dios, y acudió a su auxilio   
Sonrió con la luz de su cara
en mi rostro arrugado y mis ojos cerrados,
metió mi boca ansiosa en la ternura de su pezón

Todo esto mientras mi padre
fuera de la habitación
sólo esperaba que yo fuera macho

Traducción del autor