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Diego Andrés Martínez

-1986-

Nació en Girardota, Colombia, en 1986. Licenciado en filosofía, magister en filosofía y estudiante de doctorado en filosofía. Docente de literatura y filosofía en el Instituto Jorge Robledo de Medellín. "La poesía llegó para quedarse en mi vida desde mi adolescencia. A través de la escritura experimento la libertad y las otras posibilidades de ser". En su libro Preludios, poemas y presagios, procura explorar la relación del hombre con lo trascendente desde el fenómeno poético y es precisamente este el tema que roba su atención en la poesía, entendida esta como palabra divina.

Esta es una muestra de sus poemas:

I

Quién para decirle que puede 
vivir descalzo.

En el Darién la piedra
dura de su estirpe.

Quién para heredar su mancha
más allá de la piedra.

¡Una prórroga para esta muerte!

Quién para cavar con hierro
 hoyos debajo de hoyos.

Detrás de la selva
los dientes de un finado 
dicen adiós.

Para siempre.

II

He saltado el siglo
del olvido

He consumado
el pánico, rocoso embrujo amañado
en mi cuerpo por la guerra.

En las cuevas de mi centro,
nada falta por temer.
 
Ya sentí el miedo de alumbrar
la materia que se vino a cuestas.

A un lado del “Ser”
los escombros de
un tiempo de oro.

¿Quién en mis adentros
osará soplar las ruinas?

III

“Más que el silencio de la tumba
temo la hora de resurrección:
demasiado terrible
es despertar mañana en otra parte”. Eugenio Montejo.

Qué del niño que jugaba a tener fe en las mentiras. 
Qué de los fantasmas dentro de las sábanas.
Qué de las pesadillas y el ayer y los sueños y el mar.
Qué de la calle y en ella la pelota solitaria.
Qué del rayo y el rugir del ocaso.

Dónde las oraciones y el paso del amor.
Dónde llora la virgen, acaso sobre paredes blancas.
Dónde las manos de la abuela y el otoño de sus labios.
Dónde el abrazo del padre y la mirada de agua de la madre.
Dónde los diplomas y los logros bodrios.
Dónde la eternidad.

Por qué los árboles me dieron sombra.
Por qué la selva alumbra de noche.
Por qué el silencio de la envidia.
Por qué la sed de la palabra verdadera dicha en el fango.

Quién para el oprobio en contra de la muerte.
Quién es libre en la primera celda de los resignados.
Quién eres. Quién me mata.
Quién se sienta sobre el cuerpo. Quién me busca.
Quién dice mi nombre y me bautiza
con preguntas, quién es ese que dice.
Quién no me contesta una inquietud sobre mi deber.

Cuál es el poema que como una ventana
dejará entrar el universo.
Cuál es la suerte de la carne que crece con el sol.
Cuál es el mito en el que se quema todo el final.
Cuál es la ley de los seres libres.

Dónde, por qué, cuándo escucharé de nuevo te amo hijo
regresando de un pueblo.

Bienaventuranzas

Bienaventurados los hombres tras las rejas
presos de su pasión
porque alimentan mi sed de libertad. 
En la última verja, doblemente feliz serán.

Bienaventurados los que roban porque arrebatan de mis manos la codicia.
Doblemente feliz con la avaricia ajena.

Bienaventurado el que mata por amor a la verdad porque disipa del ojo
la honda tiniebla del mal.
Doblemente feliz con dos vidas y un mal.

Bienaventurado el siervo sin tierra con el ungüento 
del sudor atado a un costal,
me enseña en demasía lo leve y lo fugaz.

Bienaventurados los miserables en la desventura,
Perdidos en la arena bajo otra costumbre.

Bienaventurada la prostituta que hace del deseo un credo
enviado a un alma que no se pertenece,
doblemente insulsa la ley libre de cuerpo.

Bienaventurado el que miente con la fe intacta
Porque ha de encontrar en ella la verdad.

Bienaventurado el que lucha sin espada
Porque con sus dedos habrá moldeado las arrugas.