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Ali Al Ameri

-1962-

Es un poeta y pintor palestino, nacido en el pueblo de Waqqas. Ha publicado tres libros de poemas: Mis intuiciones… Mis manos desconocidas, 1993; Eclipse blanco, 1997, y Un hilo embrujado, 2012. Director editorial de la revista árabe PW "Al-Nasher Al-Usboei".

Cursó sus estudios universitarios en Universidad de Los Emiratos Árabes, en Al Aín para hacer la carrera de geología, poco después abandona esta ciencia y se dedica a estudiar periodismo para poder seguir con su vocación de la literatura y la poesía.

Pasó su infancia en el pueblo de Qulaiat en Jordania. Desde esta tierra contemplaba las montañas de Palestina, ya que su familia tuvo una emigración forzosa en la ciudad de Bisan, Palestina, en 1948, tras la ocupación israelí.

Participó en numerosos festivales de poesía en Palestina, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Yemen, Irak, Siria, Francia, España, Costa Rica, Túnez y Kosovo. Lanzó el grupo poético Campanas, en 1992.

Al decir de María Del Castillo Sucerquia, la voz poética de Ali Al Ameri es contemplativa y sonora. Fluyen sus imágenes como riachuelo que besa las piedras y hace florecer el musgo. En su poesía, la mujer y la naturaleza son una simbiosis de lo que constituye la base primordial de la comunidad y del masculino mismo; paraíso que llora la ausencia de los amantes tanto como el mundo extraña ser paraíso. El poeta encuentra el sentido de la vida, en la expresión femenina de la misma.

Esta es una muestra de sus poemas:

Una violinista

En sus manos
Se destila
Una luz
De las cuerdas
De un violín.
Sobre sus hombros,
Cae
el chal de las formas,
su collar es la luna de mis soles,
cae
en la seda de la leyenda.
una violinista en el patio,
lanza espíritus de árboles
sumerge una sombra en el sentido,
una violinista,
y un cielo sentado frente a una flor lila  
mira hacia las estrellas,
vacila en el regazo de la música,
cuando abrió sus ojos
llenaban su patio lunas y pájaros azules. 

Unas palabras

A veces,
necesitamos unas palabras corrientes,
sobre el paseo en el mercado,
sobre los colores de nuestra ropa,
sobre la música que escuchamos
a la hora de hacer el café,
necesitamos
unas palabras
sobre las flores de camomila
detrás del cristal de la ventana blanca,
sobre el agua de las primeras mezclas,
si se purifica o se hace turbia.
Necesitamos palabras sobre nuestra salud,
Sobre amantes que dormían debajo del puente,
Sobre espacios que nos llegan o los atravesamos,
Sobre el placer entre los árboles.
Necesitamos palabras entre dos crecientes,
Necesitamos pasar sol a las lenguas,
Necesitamos un lenguaje
Cuidado por los astros
Sobre unas cúpulas azules
Que abran la puerta de las nieblas para los nombres.

Traducción de Abeer Abdel Hafez

Un jardín

Ayer en el jardín,
me sentaba en una silla,
las mariposas latían sobre flores de luz,
los lirios se extendían como amuletos en el aire,
sombras lilas extendían como seda de muchachas,
la neblina circulaba en el aire como ropa de los primeros pastores,
donde la naturaleza deslumbra sobre una piedra de astros,
y juega en el agua como un niño rollando hilos de relámpago
alrededor de su mano,
y rompe
una vasija 
o
clava
un pequeño botón
en la madera de la puerta.
Ayer, me sentaba en una silla del jardín
unos pájaros caían sobre la idea de la noche,
allí estaba en una silla de mármol,
y cuando volví a casa
vi
un huerto
fluyendo
sobre
un cuadro
en la pared.

Un cuadro

Un amante en un largo pasillo,
vio un cuadro de pájaros volando en las alturas,
allí
miraba.
Mientras su sombra se extendía sobre la pared,
sus manos latían,
como si el signo fuera una gota de luz,
sobre una lila en las almas,
sin embargo,
una noche tiró una estrella en el silencio cuadrado,
el lugar dormía
el violín dormía en el regazo del ayer,
el cielo se tendía sobre una silla
en un largo pasillo,
y cubría con su abrigo un amante
en cuyas manos había nidos de pájaros.

Traducción de Abeer Abdel Hafez