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Saleh Zamanan

-1985-

Nació en Najran, Arabia Saudita, en 1985. Poeta y dramaturgo. Trabaja como director de redacción en la agencia de noticias saudí (SPA), y es jefe de redacción de la revista cultural «Ragamat» publicada por el Ateneo literario de Najran. Mantiene una columna en el periódico saudí «Al Watan». Es consejero en el Ministerio de Cultura de Arabia Saudita.

Ha publicado los libros de poesía: Al Bashkanyiyá (Londres, 2010); El guardián en el agujero (Beirut, 2014); Cabeza en desgracia (Costa Rica, 2014), Volviendo de su padre, 2015, y Cada vez que me lavo las manos, se hunden en el diluvio, 2016.  También publicó los libros de teatro: La tristeza de las embarazadas, 2011; La última fiesta, 2012; Una noche con Caín, 2015, y Caballeros de la adultez, 2015. Ganó el Premio de Poesía Senussi en 2016 por su libro de poesía Vuelta hacia su padre y el Premio del Libro del Ministerio de Cultura de su país en 2017 por su obra de teatro Ásperos espantapájaros.

Ha participado en diversas actividades literarias en Arabia Saudita y en otros países, como Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Bahréin, Túnez, Líbano, Marruecos, Argelia, Egipto, Costa Rica y España.

Esta es una muestra de sus poemas:

Una guerra a punto de acabar

(1)

Cinco minutos antes de que acabara la guerra
el arrepentimiento corría por las venas de los hombres
como lava


(2)

Un año antes de que acabara la guerra
el daño en el corazón de las mujeres
volcaba la estantería de las canciones
y las tiendas de campaña del deseo.
 

(3)

Dos años y unos meses antes de que acabara la guerra
algún francotirador estaba fumando.
Allí 
en un atardecer alto y tranquilo
y a la manera de un escultor en su siesta
seguía mirando el dedo gordo de su pie expuesto,
libre de las dudas y del compañero
relajado en la emboscada
mirando
y después de cada inhalación de humo
esparcía las cenizas de su cigarrillo
en las hendiduras de su dedo seco,
relleno con el cuidado de un artista para cicatrizar con polvillo.
Y con el soplo de la primera ráfaga de viento
Sus heridas volvieron a exponerse a la sangre y al humo
entonces derramó su garganta con un pequeño grito negro:
Soy un cenicero.


(4)

Muchos años antes de que acabara la guerra
estaba algún soldado preocupado un poco
allí 
en las afueras de un pueblo rodeado de lobos y osos
No contemplaba ni recordaba
desde que perdió el oído al inicio de la guerra
Sin embargo, pasó muchas largas horas
metiendo su dedo índice
en la trayectoria de una bala que atravesó el tronco de un árbol.
  ...
Los osos cercanos buscaban miel
y los lobos ocupados al acecho de las cabras de los aldeanos.
Mientras él buscaba un recuerdo
que no consumiera la escucha y no pidiera ser oído
Un recuerdo brillante en el silencio
y en el error
como el de tener aquella bala
que impactó con la savia del árbol.


(5)

La guerra terminará algún día.
Y la hermandad de las armas y las trincheras
Nunca volverá a encontrarse más.
No lo intentarán
Regresarán a sus lugares de nacimiento
para ayudar a los padres a arar la tierra
y mantener la casa
mirarán cada día con majestuoso silencio
a los hijos de sus amadas
nacidos de buenos maridos 
Pero nunca volverán a encontrarse más
No asistirán a fiestas familiares
ni a bodas
Los días de batallas fueron ya suficientes
No hay nada bueno en un encuentro que los sigue
después de haber enterrado sus extremidades amputadas en una misma tumba
casi componían el cadáver completo de un muerto indefenso,
si tan solo la guerra hubiera acabado.

Mausoleos

Eres el fugitivo semejante a un antiguo amante
Cuando se cruzó contigo una bellísima mujer, le robaste sus ojos 
y su color preferido
Ella te preguntó qué hacías en lo quedaba del día
Y tomaste sitio cerca de un mausoleo en tu corazón
Con la confianza de los aliquebrados
y para salvarte de una cita de amor, dijiste:
                                   ¡Cuido los caballos de mi padre!

...

Eres el fugitivo de las lápidas y de la valla
Tu corazón es un cementerio
para las mujeres que abandonaron sus ataúdes de noche
en una operación secreta y peligrosa.
No escuchaste su susurro cuando a hurtadillas te tocaron las costillas
Estabas envuelto de las penas y la mala ventura
y cada vez que te recuperes con pertinacia
Te encuentras con alguna de ellas en una esquina, y dices:
             ¡Oh Dios! Cómo se parece a ella. 


No tiene parecido a quien piensas
ni restos mortales
Y nadie te guiará, oh miserable
Tus parientes... los rifles de consejos
que encendieron las espléndidas jaimas de tus imprudencias
Así que dejaste la podredumbre y la niñez.

Y los compañeros son como tu úvula
una cena para los cigarrillos y el deseo
Aquí están sus muñones en el museo de la decepción
y en las bóvedas del himno
.. ..

Nadie te guiará
Sigue tu camino entonces con la bendición de Dios
tan ligero como los asesinos y los que buscan la venganza
Tu corazón, vacíos son sus mausoleos 
mas la elegancia del payaso te alcanza 
Bajo tus orejas tienes una misteriosa fragancia
detrás de ti están las estepas del recuerdo  
Y delante la tierra del humor y del baile
Así que no lleves ninguna pala
¿Y quién te preguntó qué haces en lo que queda de tu día?
Le dices en voz baja:
        ¡Cuido los caballos de mi sangre!
                 ¡Cuido los caballos de mi sangre!

El testamento del abuelo muerto

 


Escribe tu testamento para quien amas
No lo dejes perplejo con los placeres de tu ausencia final
Que la muerte acecha a los transeúntes
y la calle de la vida ya no está segura

Y no olvides
Sé amable con los pobres y los mendigos
y sé sorprendente con ellos cuando tu novia esté feliz
Dales el salario de un minero cada día
Que ellos martillan la roca del tiempo -sin cincel- sus dedos
y ellos solos
orarán a Dios para que haga feliz a tu amada
cuando la vean pasar sola por el callejón 


Y sé abierto
Sé abierto en la posada de la nada
y que sepas que la tumba
  no es un vestuario
sino el inicio del sendero
en tu eterno paseo

Los trenes

Pobres son los trenes
Su tierra no se adapta a sus dedos 
y sus pies fueron amputados al principio.
Los hicieron correr boca abajo
y cada vez que quieren parar
el fuego de hierro los quema 

Un anciano encorvado 
custodia la estación de un tren antiguo.
Un día asomó la cabeza detrás del humo
y exclamó:
¡Qué cruel!
Cientos de personas lo montan cada día
y nadie pensó
en rascarle la espalda

No hay trenes felices
Pero el más venturoso
Lleva los amantes a los campos más lejanos
por eso se rompe el tren de carga
y se convierte en habitaciones por el desierto

Cada vez que oigo los trenes
ensordezco mis oídos
su voz no me molesta
pero aquellos que se suicidaron frente a ellos
¡Aún siguen gritando!