English
< Regresar

Luis Luna

-1975-

Nació en Madrid, España, en 1975. Es poeta y artista visual. Doctor en filología románica y licenciado en filología hispánica. Especialista en el estudio del desplazamiento, la frontera y el exilio en la poesía contemporánea. Coordinador docente del máster de poesía de escuela de escritores. Dirige la colección de poesía “Fragmentaria” y la “Colección hebrea” de Amargord ediciones. Antologías de su obra han sido publicadas en Francia, Ecuador, Brasil, Italia y Eslovaquia, entre otros países. Su obra ha sido traducida, entre otras lenguas, al rumano, inglés, portugués, catalán, gallego, sánscrito, eslovaco, francés y chino. Participa asiduamente en encuentros nacionales e internacionales.

Libros de poesía: Cuaderno del Guardabosque, 2008; Al Rihla, 2009; Territorio en penumbra, 2009; Almendra, libro-disco en colaboración con Lourdes de Abajo, con grabados de Juan Carlos Mestre y palabras preliminares de Antonio Gamoneda, 2011; Umbilical, 2012; Intemperie, 2017; Paisaje: cuerpo. Poesía y fotografía, 2021. Actualmente se ha reeditado su obra Cuaderno del Guardabosque, con la adenda de 64 variaciones sobre paisaje. Su obra reunida ha sido publicada por Artepoética Press en EEUU bajo el título de Language rooms, siendo portada de la International Poetry Review por esta obra.

Esta es una muestra de sus poemas:

Entre el ojo y la mano

Entre el ojo y la mano la verdad de los desheredados, esa forma de hacerse en cada gesto. Y cada gesto es un brazo que se extiende hacia el frío de las casas, hacia los arcones vacíos donde recoges sombra.

Sobre las botellas apiladas

Sobre las botellas apiladas, sobre el descendimiento de la luz en los vidrios la mirada del ciervo como un puñal de flores, un ojo que penetra y rodea lo obvio de belleza. Es esto lo que mueve acaso la mañana y la impulsa a seguir hacia adelante. Es cierto que rodeas ese cuerpo animal con tus brazos quemados por un fuego de aceros y de yunque, de errancia con sus culpas. Y tal vez ella signifique la lluvia, el asombro incipiente que limpia e inicia la germinación. Este  comienzo seminal de la mirada. 

Miras la ventana

Miras la ventana y la ventana es sólo un punto de referencia para ti, como alguien que contempla. Afirmas, pues que existes ahora en la mirada o al menos en el objeto que recoge los ojos y los vuelve hacia dentro. Pero sabes también que la ventana es sólo una trama de lenguaje, una convención para mirar afuera pues habitáculos hay sin ventanas y aún así son. En la palabra ventana entonces se depositan todos los elementos del balasto que forman un raíl para trasladar sus distintos y superpuestos significados. Ventana es, pues, si lo deseas una forma de decir exterior y así, si cierras la ventana niegas el vínculo con la alteridad que te sirve de espejo. Cierras la ventana y sobre su cerrazón construyes la urdimbre de abandono que sirve de base a la mirada y te escudas en ella. Una ventana, una ventana cerrada, dices. Y comienza el poema.
 

*

Acaso no pueda irse quien sabe que la ceniza permanece, quien sabe que la sangre permanece, que el rastro de las heridas permanece hasta que todos lo olvidan. Y aunque sabes que la herida es finalmente un camino de la luz al interior no puedes irte y olvidar. En ti, como en los árboles, deben pender los inviernos y los nombres, su consistencia de sal y de aguacero. 

*

Una mujer de negro recorre los caminos, intenta buscar las patatas plantadas en la muerte, con el abono caliente de los cuerpos en descomposición. Una mujer de negro que a veces vuelve y a veces no. Canta canciones, se encorva, se recrea en las cocinas de la escasez, donde la tierra es negra como los ojos de los cuervos. Canta ahí en la memoria de quienes lo saben, todavía canta aquí tras los cristales del tiempo de las ruinas.