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David Eggleton

-2023-

Nació en Nueva Zelanda en 1952, de ascendencia rotumana, tongana y pakeha. Es poeta, crítico, editor y performer. Editó la destacada revista literaria neozelandesa Landfall, así como el sitio web Landfall Review Online, entre 2010 y 2018.

Su primer libro de poemas, Amanecer del Pacífico Sur, fue obtuvo el Premio al Mejor Primer Libro de Poemas del PEN de New Zelanda en 1987. En 2015 recibió el Premio Janet Frame de la Confianza Literaria, en Poesía. Su libro de poemas La trompeta de caracol, ganó el Premio Ockham al libro de poesía en Nueva Zelanda en 2016. Recibió el Premio del primer ministro al Logro Literario en Poesía en 2016. Es igualmente el Poeta Laureado de Nueva Zelanda 2019-2022.

Esta es una muestra de sus poemas:

Oleaje

La mirada vacía del mediodía es dorada y cegadora;
los muslos se soban a través de la cremosa marejada de soda;
las armonías del agua corren por la piel fluida,
bajo el celeste girar hay líricas goticas.
Cada ola conforma un lazo de cristalina elipse:
resbalosos señuelos de oceánico eclipse.
Los nadadores reptan las corrientes del mar,
trazando arcos de inmensa posibilidad.
Entonces una vista del ancho congelado momento,
rápida sombra escurriéndose bajo el océano.
Desde el profundo silencio donde explotan las burbujas,
del oleaje, surgidas de la bruma,
en esquirlas y  espumoso rompecabezas ,
temblor de una aleta dorsal buscando una sorpresa.

Poema para los quemados por el sol

Piel de vigilantes de mareas,
piel de temblor y toalla,
piel de flexibles dedos de surfeador,
piel de manos crispadas en los remos,
piel de pies en la arena arrugados .

Piel que necesita ungüentos y cremas refrescantes,
piel  adormecida con ilusiones,
piel alisada con emulsiones,
piel picada. sudorosa de compulsiones.

Piel de narices entrometidas, piel de barbillas azotadas,
piel de rosadas erupciones, de torcidas sonrisas.
Piel de los atezados, piel de los atrevidos,
piel de las sienes descubiertas, fláccida y vieja.

Piel empapada de olas,
piel hincada de sal, asustada de frío,
piel cuyas pecas se encienden,
piel cepillada con la luz nocturna.

Piel suave de improntas
del elástico de los trapos,
piel endurecida de cicatrices
que se curvan dando vueltas,
piel pura como los elementos
profunda en la tierra,
piel que anhela,
piel que arde.

Cinco sentidos

Este pudiera ser tal vez
un poema de amor en tono menor,
o una publicidad para un perfume
perseguido por la magnolia,
por el jazmín y el ámbar,
por cachazas y cáñamo y copra,
por  ballets de simple acontecer,
por el intenso clima de tu sonrisa,
por tu solaz,
por el verano de carnal carnación,
por la piel infundida de miel,
por flores blancas de datura al anochecer,
por el suave gotear del heliotropo,
y por la irradiación del jazz.

Visiones de Agua

La pila de cúmulos resbala hacia el nirvana,
y el Alba se ha puesto su vestido más azul;
ella siempre buscando un mandala más brillante
sobre sedosas banderas de blanca arena caliente.
El mar lanza su verde más profundo,
su marejada está silbando como estremecidos tamboriles.

El niño de la mañana se estira para tocar agua;
las sillas de cubierta orientadas al sol declinan hacia el futuro;
en el corredor las lanchas rápidas hacen cabriolas.
La gente empasta la orilla con latigazos de loción;
miembros que abrazan la tierra con amorosa devoción;
a través del salado rocío, con piernas líricas, se conforma la danza.

Los marinos viran hacia altamar azuzando sus yates;
el mar lanza lentejuelas sobre bien iluminados cascos;
la marea alta surge con la gracia del mediodía.
Las flores trompeta resuenan un amarillo bossa nova;
los bañistas de sol existen en la meseta prometida,
pestañeando a plenitud a través del espacio vespertino.

La moteada piel de la noche es drenada de significado.
Los rostros bizquean desde las verandas hasta no vistos horizontes.
Una silla de ruedas yace abandonada junto al borde del agua.
Nos levantaremos sabios y libres de este nunca-nunca,
y a tropezones nos haremos torpedos hasta la lejanía para siempre,
bajo un perfecto hemisferio de estrellas del sur?

Sobre hielo

Extraño atractor,
este depredador,
como si el viento polar
fuera a sumergir su lengua
en tu garganta y se escurriera
hasta los pulmones
para lamer todos los lóbulo
uno por uno,
convertirlos en piedra.

Hogar para la ciencia  pura,
este palacio.
Las golondrinas cosen su cielo raso,
y los skua lo azotan a golpes de alas.
Témpanos gigantes
levan anclas para salir a mar abierto,
entre chapoteo de olas,
candelabros,
todo el resplandor.

Iluminaciones
de interiores de cristal,
intrincados resplandores
de refrenada luz,
aquí está la Antártica
que estabas buscando,
el lugar
en el que nada
escapa al blanco.