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Liliana Marentes

-1983-

Nació en Bogotá, Colombia, en 1983. Es narradora, poeta y gestora cultural del municipio de Soacha. Licenciada en Humanidades y Lengua Castellana. Magíster en Creación Literaria. Doctoranda en Educación en la Universidad Nacional de Rosario (Argentina). Ha sido jurado de concursos literarios municipales, lidera semilleros de lectura, programas de radio literarios, Feria del libro de Soacha 2022. Coautora de textos académicos. 

Obras publicadas: Como si fuera mi alma, 2019; La ciudad de los espacios (antología, 2019); y el poemario Una ventana al arte, 2021. Otros de sus libros: Mitos y Leyendas de Colombia. Historias de la Tradición oral, 2023, y El lugar de lo poético y otras convulsiones, 2023.
 

Esta es una muestra de sus poemas:

Puedo ser palabra itinerante

El lenguaje se pinta con nostalgias.
Gritos al amanecer.
Lágrimas se escurren
son alas en las persianas de papel.
Soy una muñeca de trapo sentada sobre el andén
en este viaje recurrente
transito entre parpadeos de semáforos/
cómplices.
Las manos en la cara enlazan
pensamientos amarrados a la libertad,
enjaulados entre colores de piedras.
Descifro los sonidos que viajan por la caverna
entre las líneas del universo.

Mi piel es color,
herencia: un punto de partida para leer la historia de la creación.
La memoria recorre los silencios incrustados de ternura
en donde habitan los momentos de sonrisas extendidas,
trazos que hablan a los poros de mis piernas.
Los pasos se mueven a un ritmo distópico
unido a la percepción de los latidos,
a las tardes pintadas con pinceles divinos.

Me entrego al verso como la Madre tierra lo ofrece todo,
recorro el mundo como un ave en la fantasía.
La boca que no se atreve a pronunciar lo que el alma susurra
se vale de las palabras
muerden el eco de mi conciencia para ser poema.

Podré ser la trapecista que se cuelga por un tubo y se deja caer
Len ta mente,
me deslizo menando la cadera al compás de un ritmo
itinerante.
Me traslado al lugar donde reside el amor,
viajo a la palabra que teje la verdad,
o la mentira,
el latido,
o la eternidad del sueño.

Seré chispazos de recuerdos que conecten los besos que imagino
nombrados por el nunca, Nunca…
Vuelo con cada letra al abrir los ojos
mientras duerme la vida
con licencia para crear,
para ser final,
para no silenciar el aliento,
seguir el camino,
abrir el pecho al devenir
en este viaje que escribo.

Palabras mudas

No salen las palabras cuando el corazón está fragmentado.
Cuando se toca la herida abierta
que sangra y baña el silencio,
El nunca más.
El arrebato de la orfandad en alas del desconsuelo.

El desamparo agobia las casas que fueron habitadas por risas,
por tliples, zampoñas y ukuleles.
Los pasos se definen vagamente
en las páginas de la memoria con letras y voces que desaparecen.

No salen las palabras
cuando escribir es mucho más:
habitar el espacio mudo,
hurgar en la desgarradura,
tranzar el alma con el canto metafórico
en el plumaje de las aves
que traen el abrazo,
la ternura de otros planos,
la hondura del pensamiento allanado por nostalgias.

Mientras tanto…
Que  la poesía se lleve el miedo,
con el torrente de palabras de los ecos de los Andes
con las manos del viento que acarician
y se refugian en los versos.

Soles son amuletos tejidos en el papel,
los poemas son amor,  amor por todas partes.
Milagros que hacen resistir
el artilugio de la existencia.

A mis muertos

Todavía duelen mis muertos.
Hacen llaga en lo profundo.
Todavía entran por las comisuras
De la exitencia
Y arden.

Todavía les interpelo
Con las yemas de mis dedos dibujo sus caras
Sus risas
La geografía de sus cuerpos
Se anidan con las voces tendidas en la memoria.
Me visitan.

Me duelen los que se adelantaron a lo desconocido
fueron siembra,
aliento y pluma,
fueron eco de las conciencias;
música, armonías; desafinos.

Espero el encuentro,
el diálogo inconcluso por las distopías,
por las letras que sangran,
por la emancipación de la justicia.

Persisten como fuego en mi memoria,
son compañeros en el silencio,
de  lecturas, de los girones del  viento,
en las noches húmedas por el  llanto.
Permanecen en el sencillo latido del recuerdo.

Mi casa

I
Colores desteñidos,
Cortinas rasgadas por el tiempo.
El lavadero recibió el agua sucia de mis lamentos.
El hedor a caño de aguas reposadas inundó mi memoria.

Tormentas se filtraron profundas,
Bajo el mesón de la cocina,
Llegaron hasta la sala.
Las bombillas parpadearon hasta encontrar el fin,
El sanitario se ahoga.
En la pared del baño crecieron sombras negras, más oscuras que se hicieron gigantes.

II
Un ponente destello de amor,
De luz entró por la puerta grande,
La música aparece con ritmos nuevos,
Las bombillas se reponen,
Se seca el torrente de lluvia,
Se arrojan los desperdicios.
Se construyen tragaluces.
Olores y aromas de alegrías, colores, sonidos, envuelven el silencio.
Se arropan los miedos, se abarazan hasta ahogarlos.
Se cosen las comisuras de los tejidos.
Las aves se posan en mí árbol y cantan con el viento.
Las risas espantan la sombra del baño.
Los muebles lucen nuevas texturas.
La casa se hace ancha, acoge.
Ventanales se cubren tímidos de colores.

III

Huele a pintura fresca en las paredes,
Mi casa se llena de ronroneos, ladridos, juegos, brincos de niños;
los geranios y las azucenas crecen.
El Aroma a café envuelve las mañanas,
olores a incienso revolotean por las tardes,
copas de vino se sirven en la mesa,
aromáticas que envuelven la noche,
avivan el encuentro.
En nuestra casa.