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Marcelo Reis de Mello

-1984-

Nació en Brasil en 1984. Es poeta, profesor de literatura, editor y traductor. Entre otros libros, publicó José se sumerge para siempre en la piscina azul (Editorial Garupa, 2020), considerado uno de los diez mejores libros de poesía publicados en 2020 en Brasil, y Elefantes dentro de un susurro (Cozinha Experimental, 2017). Actualmente es coordinador del Movimiento Poético Mundial en Brasil, con quien recientemente organizó eventos en defensa de la soberanía del pueblo palestino en la Universidad Estatal de Río de Janeiro. También es uno de los escritores miembros de la BRICS Writer´s Union, creada en 2024 por iniciativa de la Unión de Escritores de Rusia. Sus poemas fueron traducidos al español, inglés, francés, croata y ruso. Además, ha representado a Brasil en eventos y festivales internacionales de poesía en diferentes países, como México, Uruguay, Cuba, Colombia y Dinamarca.

 

Esta es una muestra de sus poemas:

Vivir es un estado de excepción

amar lo indefenso
al contrario de lo que hacen
los que esperan
hincar aquí sus huesos

al contrario de los que erigen
con razón y prisa
(pero sin ninguna gracia)
inmensos mausoleos

supimos siempre, amigos

el que demasiado piensa acaba
volviéndose un poco
pálido – gana la flor
pero pierde el brillo

por eso ejercitar el gesto 
indeciso el cuerpo
que hesita – o casi 

(como fantasmas nuevos
en un infierno antiguo)

ante el exacto
y el éxtasis

entre un silencio 
que lacra
y un fracaso
que dice

– dos extraños generales

Tiempo de incendios

           el agua se aprende por la sed
                          Emily Dickinson

segundos antes
del salto
las cavidades del cráneo
(ardiendo en fiebre)
se abren al pozo
profundo – espejo
de las piscinas de azulejos
o vinilo de las casas
amuralladas.

mar absoluto – 

zambullido azul de lava
(las paredes, el agua)
hornalla de cloro
donde aprende a nadar.

no hay misterio:

el amigo tomado por el fuego
enciende su último cigarrillo
en el sol de medianoche
– encendedor de sebo
colgado en la entrada del bar.

no es necesario un salto
acrobático una palabra

bonita una nota
de despedida.

ni ahora intentar salvar
la propia piel ar
rojando otra calavera
quemada hacia el futuro.

en tiempo de incendios
corazón es sed.

Brasil

Hay días en los que al borde de una epifanía 
de repente me encuentro multiplicado

Hay otros días en los que me entrego al alcohol (dividido
entre una boca y otra)
sé profundamente cómo son las cosas.
 
Otro posible comienzo:
 
En tiempos como este no importa
si pies de astronauta
o muñones del negro que se arrastra
por la Calle Florida – vieja carne
de cañón recogiendo monedas
o que despierta como un pastiche kafkiano
en pijama de insecto comprado
en cuotas en Tiendas Americanas.
 
o:
 
Hay días en los que estoy rendido al cómico
suplicio de, con mi mano derecha, darle justicia a mi cuerpo
y me quedo en silencio
entre Ájax y los Xvideos
un Hades entusiasta de las propagandas.
 
– ¿Donde hay tanto sexo no hay ninguno?
 
tal vez no sea natural despertar
a las tres y media de la mañana alarmado por un ejército
de zancudos con este tipo de pensamientos
queriendo sonar irónico
y autocrítico, al menos lo suficiente
para no parecer un completo idiota.
 
Decir eso, por supuesto, es sólo un mea culpa.
pero créeme: quería estar en los brazos
de una chica muy linda con acento español
que me dejara soñar después de una cogida apacible.
 
En cualquier caso, sé que me acusarán de descarado
de blanco y de macho, cosas que soy y no soy
a la moda del momento.

¡qué hastío! (me alegra decir hastío).
intentaré de nuevo:

El punk que se aproxima como un lord

cuando se está suficientemente sobrio 
la ciudad casi siempre tan salvaje
guarda delicadas sorpresas

– tanto encanto puede haber en un tugurio
del centro a la hora del hambre 
en este instante en el que las bestias muestran dientes
y aúllan aúllan

tatá-inééé
tata-iuuuu

los que se esconden bajo los arbustos y edredones
se olvidan que hace unos años cazaban
en las enfermerías del insomnio – bajo el sol
las palabras sólo servían para palillo de dientes

pero hemos logrado llegar tan lejos:
inventar la curita y aguardar
que por ahora no se abran las heridas 

durante siglos metimos Kawiré em una piscina
de azúcar industrial
orgullosos de patentar el guara’ná de la Amazonía
y el bombillo ecológico

a esta altura del mundo la noche ya ni tendría gracia
sin cincuenta litros de gasolina
algunos fósforos en el bolsillo
y este punk que se aproxima como un lord

Los mangos

Para penetrar en el obsceno submundo de los mangos, primero hay que robarlos. En las ferias todas las frutas son falsas. Róbalos. Róbalos a escondidas, en silencio. Los mangos que tanto se anuncian son amarillos como los demás, pero se pudren rápidamente o pierden misteriosamente su sabor. Cuando vas a comerlos, están negros. Y nunca, nunca te tragues un mango por detrás. Las frutas traicionadas suelen intoxicar a sus verdugos, que son condenados a un estado morboso de saciedad perpetua, o ataraxia búdica. Los curas católicos, algunos psicoanalistas y casi todas las religiones enseñan "el arte de chupar mangos por detrás", pero como no enseñan el arte de robarlos (San Agustín probó la fruta equivocada) están fuera de peligro. Bueno, agarre un cuchillo afilado, preferiblemente tallado en sus propios huesos, y córtelo por la mitad, sin pelarlo. La noche contenida en la cáscara debería iniciar la ovulación del fuego y su núcleo engendrará lentamente un incendio. Una vez que toda la fruta se haya convertido en un único hueso brillante y radiante, lléveselo con cuidado a la boca. Anímelo primero con los labios, calmándolo; luego intente instigarlo para que se deslice accidentalmente por el tobogán de su lengua hacia el abismo erótico de su garganta. No se preocupe por lo que chorrea, a los mangos les gusta soñar (en este aspecto se parecen a piedras ya olvidadas) nuevos precipicios y, aunque sean infantiles, cuelgan de las glándulas como de lianas. Algunos rayos de luz se adherirán insistentemente a las encías, a los espacios entre los dientes, llenando la oscuridad húmeda de la boca. Cerrá los ojos o abrilos bien para sentir cómo tus entrañas se derriten ante la presencia del fuego, el hervor de tu sangre que revienta tus venas, el sauna en tus poros y las palabras que instantáneamente se desprenden de tu piel cayendo en pedazos sobre tus huesos, la fecalidad, al fin y al cabo, liberadora, el cuerpo descosido, las manos sumergidas en los órganos, los ojos chisporroteando desorbitadamente contra el corazón (que puede ser un río, un puñal, pero no un corazón) tal vez un mundo roto, un comienzo del fuego, la orquesta, los vientos y los timbales, las flautas y las reglas, o simplemente esta mística manga volviéndose gris entre las llamas, sí, esta efímera, difícil, extraña partícula de carbón.