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Gladys Potosí

-1981-

Nació en 1981, en Angochagua, Ibarra, Ecuador. Es poeta, escritora, investigadora y una incansable activista por la permanencia de su lengua, el kichwa karanki, así como por los derechos de los pueblos indígenas de su país. Esta poeta inició su andar en las letras escribiendo sólo en español, después se dio cuenta de que al conocer, habitar y vivir, en y desde su lengua materna, junto con la observación de su paulatina desaparición, era necesario crear, pensar y escribir en kichwa como una forma de recobrar su propia esencia, la de ella y la de su pueblo.

Sus poemas fueron publicados en los libros y revistas: Pastillas para no morir (2013), Fanzines Propio (2014), Al son de la garúa: Antología de los nuevos y novísimos poetas ecuatorianos (2017).  Recientemente lanzó su poemario “PURIK ARAWI”(mujer nómada) con  Almandino editores.

 

Esta es una muestra de sus poemas:

Pariremos poemas

Mi palabra estaba perdida,
la busqué debajo de la tierra.
             «¿Estará escondida bajo los puentes?», pensé.
Sin encontrarla me envolví en llanto,
            al filo de la ladera se quebrantaba mi aliento.
Se escuchaba una voz gritar
enterrada debajo de las rocas,
            sus ganas de salir provocaban temblores,
            no hice caso de sus peticiones,
dicen que revolotea sin sentido.
Me dirijo al cementerio,
sentada detrás de las ramas,
sola y de rodillas como muerta,
con los ojos llenos de lodo, 
de manos atadas,
con la boca zurcida con hilos negros.
Mi pequeña olvidada,
¿desde cuándo estás ahí
mientras tu piel gangrena?
Mi pequeña solitaria,
sin ti escribí en habitaciones oscuras
con tinta de mi sangre.
Ahora tomando tu mano iré,
sanando tu piel con mis caricias,
se abrirán caminos de colores,
nuestro corazón como uno solo
seguirá pariendo poesía.

Nacimiento

I
La luna llena me ha parido
las lobas aúllan lastimeras,
el eco de la quebrada 
como canto de hienas,
manos de partera en mi cabeza.
Me cubre una angustia inexplicable.
me sirvo la placenta como un trago,
la luz al final del túnel uterino
emborracha mi conciencia.
¡Risas!

II
En este campo de soledades
me reciben enfiestados los zombis,
sus dedos se incrustan en mi piel,
yo me desfiguro enseguida.
Tantas noches con las fajas amarradas,
se aprisionan los brazos 
contra el cuerpo,
para no ser pati-chueca, 
pate-playos, 
que sean ambos pies derechitos 
y obedientes.


III
Mandatos perfectamente construidos,
feromonas danzando sobre la pelvis,
maneras de aprender sin esfuerzo
para finalmente parir vampiros.
Nuestras alas como pies deformes,
huesos quebrados 
obligados a ser otros,
fantasías de las niñas oro 
convertidas en humo.
La forma natural 
de volverse anti-natural.

Hija, amárrate el cabello

Hija,
me duele la memoria, 
los recuerdos, la historia,
tengo retorcijones en el vientre, 
me patea el útero,
me pica la parte derecha del aura.
Hija,
trae un manojo de ruda, 
de esas que tienen alas,
con el olor de sus hojas 
quizá se escondan ellos,
tal vez con sus flores lilas 
espante el gorgojo de la mente.
Hija,
tú que desde chiquita fuiste buena 
para llevarte a esos
con el huevo de la gallina saratana, 
límpiame la espalda,
llévate esta pesadez de no ser 
lo que todos quisieran.
Hija,
a vos que te gusta hablar 
con el duende negro de la quebrada,
sahuméame con palo romero, 
porque me duele el ojo,
mi hijo mayor a través de vos 
me vendrá a dar un beso. 
Hija,
me agarró el kuychik  en el pukyu  
cuando fui a traer agua
ese picaflor con ojos de cóndor 
me quedó viendo el pelo,
—hazte bien la trenza, ellos persiguen 
a la bonitas, ojonas y pelonas—
Amarra el huango  a la piedra gigante,
enmaraña tus hilos al musgo de la casa,
para que el viento de la loma
solo pase silbando.

Atrás

He decidido dejarte atrás,
es suficiente con haberte encontrado,
con haberte hablado, abrazado, 
besado y amado,
tan locamente, tan tontamente, 
sin haber creado atmósferas infinitas,
y que al final quede todo revuelto,
la taza de café 
caída por el piso, 
mis blusas rasgadas 
y sin botones,
fragmentos de poemas 
confundidos entre sí,
olvidándote otra vez 
y recordándote,
amor, me es suficiente 
con que hayas llegado,
aunque te hayas ido para siempre.

Viajeras del tiempo

En mis sueños
molías ajíes sobre piedra,
tu cabello danzaba al vaivén de tu falda,
y al compás de ella 
tus cintas rosadas y celestes.
Compartimos frente al fogón ardiente,
caminamos descalzas en las chacras,
en tierras de barro, espigas, mortiños y luchas;
fortaleza que vienen de tus manos legendarias.
Eres el águila que guía mis pasos,
alas gigantes que son mi brújula,
tierra, caoba, semilla y raíz
en esta chakra de libertades.
Nunca dejarás de caminar 
entre el maíz y la cebada,
existirás infinita en los torneados 
de vasijas de barro.
En mi corazón, 
más cobrizo que el cobre,
seguirás cantando al unísono 
con el viento.
Ahora no soy yo, ahora somos dos.