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Günel Movlud

-1981-

Nació en Karabaj, Azerbaiyán, en 1981. Es poeta y traductora. A los 12 años tuvo que abandonar Karabaj con sus padres a causa del conflicto con Armenia. Estudió artes teatrales en la Universidad de Bakú y trabajó como periodista para periódicos locales sobre temas sociales de Azerbaiyán. En 2004, publicó su primer libro de poemas La oscuridad y nosotros. Más recientemente aparecieron los libros 5XL y Respuesta al final de la tarde.

 

Esta es una muestra de sus poemas:

III

5xl: ¡mi enorme hombre, que se unió a la gente de la caravana, luego escapó!
La mujer es ama en la Casa del Hombre, el hombre es huésped en la Casa de la Mujer;
No entres en mi Casa con las manos vacías.
Sabes que no puedo amar a los hombres que siempre hieden a colonia.
Esparce algo de pólvora en los vellos de tu pecho antes de una visita.
Amartilla una pistola en vez de una flor,
¡Tráeme guerra, en vez de un beso, y luego verás qué rápido se me cae la ropa!
Entra como un ogro, terremoto en tus pies, coronado de relámpagos,
La Inundación detrás de tus hombros – ¡Quiero un baño inmediato después de dejarte entrar!
Recuerda siempre que las marismas y los altiplanos me producen mocos.
ya que no cultivan hierba para que coman los vientos.
Ahora qué hacer con esa cara sombría tuya...
Amor mío, entra con una cálida sonrisa de cretino –
obligándome a cubrirme más.
Al salir, no te lleves todo.
No te preocupes, nunca le haré demandas al Dios
que hizo a mano mis lágrimas en la infancia,
¡Ni al hombre que me hizo llorar en mi feminidad!
No me traigas nada, si así prefieres.
Deja atrás la chaqueta y los elogios,
Visítame luciendo sólo tres arrugas benditas,
del permanente ceño fruncido de tu frente.

La serpiente bajo la almohada

Otoño, de nuevo.
El apartamento es frío
caos
entre los lentos y cálidos alientos de dos chimeneas.
Aún hay verdades que te oculté,
aún hay mentiras,
pero pasó un año sin dormir dignamente,
Creo que alguien frío y malévolo plantó
una serpiente deslizándose en mi almohada.
Busco en mi cabello el origen del opresor burgués, mi otoño
con una serpiente que no me abraza como una amiga,
Un espejo
persiguió a un colaborador blanco,
sobre mi cabeza,
Quizás lo deje allí para que se multiplique: una hebra blanca.
¿Qué he hecho en mis 30 años?
Dejar que las serpientes sin pasión se reproduzcan,
Que se multipliquen en mi cabeza, no me importa
¿Qué he hecho yo por un futuro rojo,
¿Por mi país, por la revolución?
Querido poeta del pueblo,
Reunámonos y bebamos.
Veamos qué queda de las lágrimas que no se organizaron,
Hambrientas por la miseria.
Este es un momento en el que la notoriedad
estaba destinada a crujir en torno a mi cabello negro,
Deja que los demonios se multipliquen, no me importa
Que nos reunamos y bebamos, querido poeta,
Veamos qué queda del llanto.
Los ángeles más inocentes mueren en mí,
las mujeres más bellas envejecen.

Cómo no decir algo acerca de ti

Hubo tiempos,
Hubo tiempos...
¡Esos eran los días!
Entonces dejaba volar mi blusa roja en vientos de revuelta,
tenía las uñas más afiladas de todas las colegialas,
mis cejas se quemaban
con llamas de revolución.

Aquellos eran los tiempos,
¡Aquellos eran los tiempos!

Sueños de construir un país Rojo,
Prender fuego a los periódicos
bajo los fríos edificios nuevos,
para calentar las antiguas ciudades.
Hubo la infortunada molestia de recordarte y soñar
al mismo tiempo con un futuro Rojo para nuestra nación.

Pero un día,
¡Pero un día!
Pero un día

Me sorprendí armando peleas contigo
por peticiones banales y casi contrarrevolucionarias,
como “abrázame un poquito más”,
pasar nuestras manos por el cabello del otro sólo un par de veces más,
para mirarte a los ojos un poco más,
Me avergonzaba de no poder dejar de obedecer.

Aquel día
¡Aquel día!
Aquel día

mis pequeños puños izquierdistas no se sostenían,
como si el corazón trasplantado de una mujer desconocida
temblara dentro de mí.

Aquel día, no fue el rojo de mi blusa de brigada
sino el rojo amapola de mis labios el que me hizo feliz

Aquel día en las murallas no escuché las canciones de la revolución,
sino las canciones de los amantes.

Yo solía ser un amanecer revolucionario,
Yo quería ser mujer,
y no podía llegar a ser ambas cosas a la vez.

Espera un minuto…
Espera un minuto,
¡amor mío!
Escucha mi disculpa...
Escuchas falsedad en mi voz
Ecos de vacío en tus oídos,
cuando te canto canciones de amor.

Nunca he considerado digno de una canción de amor
este país que pliega páginas arrancadas del Doctor Zhivago,
haciendo conos de papel para llenar con semillas de girasol
a venderse en esquinas,
como si Pasternak no fuera mejor que los pistachos de un vendedor ambulante.
Este país, culpable de actos peores que el asesinato,
peores que las difamaciones, las calumnias
y algo dulce mío.

Nada ni nadie de esta nación lo considero mío.

Hablas como si nunca hubiera considerado al niño mendigo
(a quien no puedo ofrecerle una parte de mi salario,
sin una vergüenza comiéndome el rostro)
como a mi propio hijo.
La puta parada en la calle sin árboles,
con su maquillaje de otoño cayéndose
(a quien no puedo ofrecer ningún homenaje,
sin una vergüenza comiéndome las rodillas)
Seguramente tuve miedo de considerarla como mi madre.
El habitante de calle, golpeado como un pan árabe,
cargando al hombro invendibles bolsas de comida seca
(a quien no puedo ofrecerle un poco de dinero
sin que la vergüenza se coma mi tierra) –
no es mi padre.

Al contrario, mi amor:
El niño mendigo es mío, para llamarme mami.
A aquella puta la puedo llamar mami.
Al habitante de la calle de este país, que mastica semillas de amapola, padre mío.
He llegado hasta ahí amando a nuestro país.

Sí, tú también lo has intentado a tu manera, todos tratamos.

¡Espera, espera un minuto! Íbamos a hablar del Amor.
Amé esta nación por una sola razón, querido.
Está llena de misericordia.
La gente aquí está demasiado llena de misericordia:
Ni siquiera pegarían el cartel de un niño sonriendo lastimosamente
en las paredes que designan las cámaras de aborto en los hospitales.
Aquí a las mujeres las matan una sola vez, mi amor,
sólo una vez. ¡Espera un minuto!

La muerte es la razón por la que debo preguntarte ahora
¿Con qué labio debería besarte?
¿Con qué rueda del tiempo debo medir nuestros días, nuestro amor?
Y lo más importante,
¿Por qué necesito amarte?
Arranca tu pecho de mi rostro (y llévate los vellos negros del pecho)
Deseo mirar fijamente al mundo, para variar...
Espera, espera, mi amor, antes de salir recuérdame,
¿Cuándo fue que te amé por vez primera?

    Traducciones de Arturo Desimone