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Eliana Jaramillo

-1991-

Nació en Aguadas, Caldas, Colombia, en 1991. Comunicadora Social, poeta, cantautora. Escritora del libro Emanaciones del alma (2023). Promotora de la lectura y la música. Gestora y participante de espacios sociales, de arte y cultura. Facilitadora de talleres de escritura creativa para niños, niñas y adolescentes. Actualmente integrante del Colectivo de Poesía Citibundas. Sus poemas han sido publicados en el Diario Periódico Colombia más positiva (Rionegro), Revista Ouroboros Edición 30 “Eternidades”, en la Red de Psicólogas Feministas, Movimiento Helios, así como en el programa Agenda MAC, entre otros. Forma parte del grupo de poetas elegidas mediante convocatoria, para participar en el 34° Festival Internacional de Poesía de Medellín.

 

Esta es una muestra de sus poemas:

Mi voz

Mi voz volará y levantará el polvo de los hornos que calcinaron a los judíos. 
Mi voz enternecerá y levantará la cruz que marcó el fin de la vida de muchos. Mi voz se alzará y formará huracanes en las 
arenas del desierto del Sahara. 
Mi voz no caerá como las torres gemelas, mi voz aparecerá de entre las esfinges del inframundo como Lázaro lo hizo cuatro días después en su tumba. Mi voz, será estruendo como las brujas de la noche lanzando sus misiles mortuorios a los campamentos alemanes. 
Mi voz morirá y resucitará dando cuenta de los secretos que envuelven a los dioses en triángulos de bermudas que desaparecen, mi voz descubrirá el motivo por el que Shakespeare dio vida a una Julieta que después asesinó con su pluma a causa de un amor imposible. 
Mi voz gritará a los oídos sordos de un Beethoven que jugaba con el son en las puntas de sus dedos. Mi voz será el tiro certero y libertador de Lyudmila Pavlichenko y será la voluntad que lleve al declive de un imperio.
 Mi voz será el arco del cacique Pipintá que lanzó con furia su flecha a los españoles que invadieron los montes aguadeños. 
Mi voz no será nunca aprisionada ni manchada con sangre, mi voz será la revolución de Nadezhda Krúpskaya y mis manos al igual que las de ella construirán altares para los niños en medio de la guerra. 
Mi voz será las lágrimas de todas las madres de los soldados que murieron en la sangrienta batalla de Stalingrado. 
Mi voz romperá en sollozos la helada que vio congelarse a cientos de cuerpos que yacían esperando un cobijo, un lugar digno para morir. 
Mi voz menguará en las mareas de los océanos y derrumbará cuantos muros de Berlín se atraviesen. 
Mi voz construirá los cambuches de los desplazados en mi patria. 
Mi voz no callará, porque mi voz será el caos errante
 y la revelación de dios en la tierra.

Agobio a mi escritura

Ya no sé escribir de otra forma. Me rindo ante el verso, me rindo ante la rima que compone un poema. No nací para escribir versos. Las palabras brotan sobre mi como una cascada ardiente que no tiene espacio, se riegan y desordenan mi mente envolviéndola en un bosque de árboles maltrechos. Es mi forma vertiginosa de abrazar las palabras: desechas y adjetivizadas. Las palabras están hechas para nombrar, no hay de otra. Mi ser ha cobijado su amorfisidad y su inexistencia en esa Real Academia que decide si son aptas o no. Me gusta inventar palabras incoherentes que apellidan mi sentimiento contrariado. Mis palabras no serán nunca bucólicas, vanguardistas ni líricas. Mis escritos siempre serán la redundancia absurda y lógica de mis dramas abstraídos en la tierra, del observar inalterable del absurdo y reincidente actuar humano. No le escribiré a Latinoamérica ni a sus dioses inmaculados. No le escribiré a la historia ni a sus pelados energúmenos. No le escribiré a la escuela ni a las quimeras de paz que nos venden con tamales regados de las manos podridas y corruptas de políticos invisibles y burlones. ¡No! No le escribiré a nada de esas falacias hipócritas y consumibles. Yo le escribiré a mis gatos, a los amores imposibles y derrumbantes, al vecino de al lado que hace florecer la tierra cada vez que pasa con su melena indomable y derrite mi cuerpo con su caminar. Le escribiré al dueño de la tienda, a la dueña de la chaza que vende chicha a mil; le escribiré a los espíritus bohemios que comparten mi nostalgia y se aferran a la melancolía y el alcohol como un cachorro temeroso del mundo que sentencia su destino. Le escribiré al perro callejero y al gato libertino que camina las calles en busca de un sobrado de amor. Mis letras marcarán sepulcralmente la historia vacía de las vidas mortecinas que brindan su último aliento de vida al bucle inmensurable y agónico que hace de la vida un teatro arrogante e insufrible en su propio caminar.

Caída 

Hay tardes en que somos tan livianos, tan endebles, con los ojos rotos. Nuestra carne es sal que arde y se evapora. Una niña interior que súplica calma, respira, detente. Hay días en que somos éter y nos fusionamos con los rayos de luz violetas que laceran nuestra piel. Hay días en que amanecemos con un hueco oscuro y profundo que pide a gritos luz; noches en que la luz deja ver un viso de empatía y cercanía y nos toma de la mano para llevarnos al final del túnel. Hay noches en las que caminamos en la lumbrera de la lejanía y nos vertimos con el abandono que rodea la ilusión. Hay tardes tan púrpuras que te hacen amar tu soledad y la soledad te arrulla mientras sientes que tu espíritu llora de felicidad, una felicidad extraña y sumisa. Hay días en que necesitamos ver la dicha en las cosas sencillas y simples y terminar con el desasosiego cogiendo un puñal que corte tu desnudez y te convierta en tierra. Hay días en que quisieras volver al centro de tus pies y reencontrar los pasos perdidos que te hicieron desterrarte. Hay tardes en las que deseas encontrarte contigo mismo de nuevo y ser feliz sin tantas trabas e infortunios. 
 

Madre

Madre intenta coserme un vestido con sus manos. Madre me espera envuelta en su manto de amor que luego cobija encima de mí. Madre y una lágrima asoma en mi rostro, como una aguja que le punza cuando se avergüenza de mí.
Madre, y mis facciones se desintegran al hacer una mueca que estremece su rostro de marfil y me ofrece sus manos arrugadas y cálidas. Madre exorciza mis poemas, mi sangre escondida que intento ocultar y que madre delata. Madre amasa con sus palabras los demonios que me desnudan en la madrugada.
Amaita, raíz de mi tierra y sol de mi invierno; lugar de luz que siempre tendrá la puerta.
Mi rostro siempre se inunda al nombrarla, porque madre es agua que baña mi obscuridad.
 

Atrato 

En la empinada del valle los cantos de las María Mulatas arrullan mis oídos. Tierra las montañas; aire, la neblina; agua, el río Atrato; fuego, mi espíritu. Llévame al río, báñame en sus ondas heladas y bautízame. Mis pies pesados de poco caminar, mi alma agotada de poco sentir. La selva vuelve a mí en forma de canción. Mi voz se convierte en gotas que rompen con el cemento de la ciudad. Mi espíritu se desborda y agradece la bendición que me ofrecen mis ancestros.