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Alejandro Sánchez

-1995-

Nació en Manizales, Colombia, el 24 de septiembre de 1995. Realizó sus estudios en la Universidad de Caldas y en el Instituto Caro y Cuervo. Ha sido jurado en distintos concursos literarios y reconocido por su trabajo como creador en los certámenes: V Concurso Departamental de Poesía Agripina Montes Del Valle (2023), el I Premio Nacional de Libro de Cuentos Isaías Peña (2023) y el XIII Concurso Literario El Brasil de los Sueños (2022). Sus poemas se han publicado en los Fanzines Rejunte (2019) y Basura y Milagro (2020), sus cuentos en las antologías Bogotá Cuenta (2023) y Libro híbrido (2023) y en la revista El Malpensante (2023). Ha realizado crítica literaria para el portal web del Observatorio de Poesía en Movimiento y ha reseñado varios libros en su cuenta de Instagram (@lapalabraandante). Es autor del libro de cuentos Canasta familiar, editado por Escarabajo Editorial en el año 2023. Su investigación académica Una poética del barrio: Aranjuez, de Alcolirykoz será publicada por el sello editorial del Instituto Caro y Cuervo en el 2024. Forma parte del grupo de poetas elegidos mediante convocatoria, para participar en el 34° Festival Internacional de Poesía de Medellín.

 

Esta es una muestra de sus poemas:

Viento

De la serie “Formas del fuego”

El fuego se crea
bajo la conjunción
de tres casualidades:

El canto de los pájaros,
convertido en brisa,
la materia húmeda,
susceptible al deseo ardiente,
y la inconmensurable
voluntad expansiva del calor

Cuando el triángulo está completo,
las llamas
recuerdan su memoria olfativa
y devoran el viento
humean
crepitan
craquelan

Prolongado,
el incendio encuentra al río,
se alza sobre las aguas
y levita de orilla a orilla

Guiado por el aire
el fuego es una figura sin geometría, 
una palabra que vuela,
bebe el sudor de las nubes
y persigue el aleteo
de los pájaros.

Luz

                  “Después de un gran dolor,
                 un solemne sentido nos llega”.

                 Emily Dickinson

Bajo el lienzo de la noche
la lumbre inextinguible
                                  brama

Nocturnos insectos
danzan alrededor de la hoguera,
el calor los conduce
los hipnotiza

En un lenguaje antiguo
fenómeno natural
y materia viva
pactan un acuerdo

El sonido,
espaciado y preciso,
marca la ruta
de quienes renuncian al vuelo,
los elegidos entran al vientre de la luz
y huelen el perfume del olvido.
 

Palabra

          “Si el fuego quemara mi casa,
          ¿qué salvaría?
          Salvaría el fuego”.

          Jean Cocteau


El fuego nace en la duda. De niño, cuando desconocía el nombre de las cosas, cerraba los ojos y decía: incendio. Luego entendí, el calentamiento no es global, es local, interno. Corpóreo.

***


El fuego se extiende en la curiosidad. Existen elementos susceptibles al llamado de las llamas. Una hoguera remite a la muerte de los augurios y su luz anima múltiples modos de tanteo. Arrojo y cobardía se entremezclan. Semillas de una misma conflagración.

***


El fuego canta hasta extinguirse. Es calor, ritmo y luz. Aparece, despierta los colores, corona las aguas, presagia si el mundo seguirá o acabará. Su última palabra es un sonido que deja un rastro en el aire y designa lo que no tiene nombre.

Ventanas maternas

               De la serie "Tránsitos interiores"

               “Me están dictando cosas,
               pero no desde otro mundo u otros seres,
               sino, más humildemente, desde adentro”.

               Roberto Juarroz

I


Recostada en mis piernas
te miro con las manos

Acaricio tus canas
                            —inútilmente pintadas—
y como un regalo
tu cabeza deja 
sus cabellos en mis dedos
guardo aquellas hebras
en días más oscuros
sabrán iluminarme

II

Bajo la palma de mi mano izquierda
arde tu brazo
al tacto
sin abrir los ojos
dices
          usted siempre tan fría, mija

Acojo esas palabras
en ellas encuentro
una fecha de caducidad
otra de comienzo

III

Vuelvo a tu cuerpo
ahora
lo palpo con la mirada

En la cintura
tu blusa se ha recogido
como se recogen las arrugas
en tu rostro

En el abdomen
acumuladas en el tiempo
se agrupan algunas estrías
su color traslúcido
las emparenta con las ventanas

Me asomo
y
por un instante
vuelvo al vientre
                               adentro algo brilla

IV
 
Un lucernario
por tu torso, madre
se multiplica

Pasa
del blanco al azul del azul
al morado del morado al rosa
—igual a un carrusel—
con cada respiración

Sin poder abrirlo
lo toco
el cristal se cimbra
musitas
                             frío


V

Reacomodada
te desperezas
pronto vas a irte

Miras mis manos
                                   —despojadas de ti—
las reconoces 
una extensión de las tuyas
 
Bajas la mirada
                                     —antes de verme a los ojos—
te cubres la piel 
y un mundo entero se apaga