YANG Ermin
Es poeta y artista plástico. Nació en el condado de Quyang, provincia de Hebei. Es doctor en literatura por la Universidad de las Artes de Nanjing. Actualmente es redactor jefe de ArtsBj.com; investigador de la Academia Nacional de las Artes de China; presidente de la Universidad de las Artes de Nanjing; director del Instituto Chino de Pintura Innovadora con Tinta y Lavado; consultor de la Asociación de Investigación sobre Pintura China de Hebei; profesor visitante de la Universidad de Hebei. También es investigador visitante en el Saint Said Art Center (Estados Unidos); investigador jefe en el Toyo Fine Arts Institute de Japón; presidente del International Planning Commissioner for the Nagoya Art Festival (Japón). También es profesor visitante del curso de la Fundación One Asia en el programa de investigación SIIM de la Universidad Complutense de Madrid (España).
Esta es una muestra de sus poemas:
¿Cuán larga es la historia que empieza “érase una vez”?
El viento del demonio se arremolina a través del valle de Yongding,
Dejando atrás una neblina gris de miedo y lamento.
En la cabecera del puente, una lámpara se desvanece de la vista del recuerdo;
Por la niebla de arena, arcoíris resplandecen en la luz.
Las ruedas avanzan en su traqueteo, incesante y ruidoso,
en una tarde de agua, bosque, metal y nube.
Debajo de los peñascos rojos, fluye la voz de mi hermana,
Mientras las piedras antiguas de Lugou soportan los eternos estremecimientos del tiempo.
¿Cuán larga es la historia que empieza “Érase una vez”?
Una historia tejida a través de las edades, en ritmo y rima.
Santos gloriosos
Cuando el túnel del tiempo gira abrazando santos gloriosos,
Yo contemplo la vastedad del horizonte.
Meteoros de Géminis, como fuegos artificiales exiliados, trazan,
Iluminan el loto de nieve del Himalaya, en su danza de escarcha de billones de años.
Demasiado tiempo ha pasado,
Desde que a la antorcha de la libertad le ha faltado un sirviente en quien verter su espíritu.
El cielo se ruboriza en un tono rojo pálido,
Su luz, con el tiempo se extinguirá, como toda luz.
Caminando expectante
Cuando mis pasos rozan el rostro del agua,
La diosa susurra “Cuidado con este lugar.
Más adelante, el núcleo de la tierra puede reclamar,
Pero camino esperanzada, sin miedo a la llama”.
Bajo la luz intermitente del Tercer Polo,
Hay un reino, sólido y brillante.
Vago lejos, donde colores se mezclan,
Tu soledad y la mía trascienden.
La neblina azul del invierno envuelve el paisaje,
Entre nevados picos serenos.
Un ave espacial vuela, una paloma roja en su pico,
A través de cielos grisáceos, parece hablar.
Con un batir de alas, interroga al aire:
“¿Deseas volar, ascender, atreverte?”
“No”, respondo, “nadar sería divino,
en aguas profundas, donde los sueños armonizan”.
Que el viento marino oiga mi aliento
Con alas incoloras, me elevo sobre el portón de Shanhai,
Dejando al viento marino oír el destino de mi aliento.
Como el áspero sonido de mis huesos, canta,
Una sinfonía de fuerza en la brisa que trae.
Con alas en alto, alzo velas en la orilla,
Dejando a mareas carmesíes oxidar barcos que una vez cargaron.
Mis pensamientos salinos cabalgan la incesante persecución de las mareas,
Mientras las olas de Laolongtou se ocupan del abrazo de mi corazón.
Necesito el fuego feroz, resplandor inquebrantable,
Necesito los caminos salvajes e indómitos de la tempestad.
Necesito las arenas doradas, no tocadas por el tiempo,
Y el eco de la corte de Qin, su ritmo, su rima.
Ella me desvió, el vuelo de una fugitiva,
Arrasando mis pensamientos con el poderío de una guerrera.
Siento las nubes otoñales, la arena cálida del verano,
Gaviotas que se deslizan sobre la piel áspera, bajo la retirada de las sombras rojas.
Tejo el estrecho con el hilo del sol matutino,
Quemo las maldiciones del dios del mar, hasta que mueren.
Que el hijo fugitivo del dragón vuelva a su hogar,
A la tierra de sus ancestros, para no vagar más.
La espada voladora besada por el dios de la guerra
Esta espada voladora, besada por el dios de la guerra,
Una guardiana de promesas, pura y segura.
El día que marchamos, mi fe bien aferrada,
Recuerda a esta montaña, un rito sagrado.
Esta paloma azul, símbolo de tregua,
Un símbolo de paz, en nuestra vista.
Manos se extienden sobre las nubes,
Rápido, dame amor, o lo arrebataré.
En una mañana clara, otro corcel alza el vuelo,
Flechas vuelan salvajes, pájaros de locura en su poderío.
Tan vastas, sus alas en elevada altura,
Un espectáculo de poder, en la luz.
No más vino de leche de yegua para mí, beberé agua pura,
No, espera, es el néctar de melocotón, querida.
Mira,
En mi mano, esta espada mata-demonios, sin sangre de dios cerca,
Es un arma de paz, no de miedo.
Traducciones de León Blanco